Hace pocas semanas los presidentes centroamericanos se sentaron juntos en una de sus tantas reuniones integracionistas, y aparte de prometerse, por enésima vez, lazos fraternales de alianza, se pusieron de acuerdo para acelerar el libre comercio, que significa preparar a cada una de las economías internas, para una embestida atroz de competencia con los grandes centros del comercio mundial. Sin embargo, pareciera ser, que en Guatemala el discurso sirve sólo para endulzar, pues las decisiones que se toman van completamente en sentido contrario. En materia de política fiscal, por ejemplo, además de privilegiar el gasto hacia el ejército, cosa que produce efectos multiplicadores mínimos, ahora las energías del Ministerio de Finanzas apuntan en desempolvar iniciativas tendentes a sacrificar aún más la tasa efectiva que perciben los ahorrantes de dinero, con tal de satisfacer un controversial objetivo de gasto público: resarcir monetariamente a los grandes contingentes de las ex PAC, con un fin totalmente electoral.

Y como para resarcir al sistema bancario de los ajetreos de estas indecisiones, la Junta Monetaria de nuevo le da luz verde a su Presidencia para esterilizar 200 millones de quetzales, pagando tasas de interés, a costa de pérdidas operativas, adicionalmente a recoger cerca de 750 millones de quetzales de fondos depositarios del presupuesto gubernamental. Este suplemento ha sido abanderado en subrayar los tremendos costos que esos procedimientos de política monetaria le acarrean al país. Y es que no se necesita ser un dilecto economista, posgraduado en moneda y banca, para saber que un anuncio de esterilizar dinero, cuando dinero es lo que falta para reactivar la economía, significa una mala señal para levantar los ánimos, o más bien "las expectativas", como replican los banqueros centrales hasta la saciedad en sus documentos oficiales.


En el texto se dice que las decisiones guatemaltecas en materia económica: